Platón nos ha descrito en su diálogo Fedón la última noche de Sócrates en la tierra. El maestro pasó aquella noche, como había pasado tantas otras, discutiendo sobre filosofía con sus jóvenes amigos. El tema que se discutió versaba sobre ¿existe otra vida después de la muerte? Sócrates inclinábase por una respuesta afirmativa pero siempre dispuesto a considerar cualquier opinión contraria, escuchaba con mucha atención las objeciones de algunos de sus discípulos que discrepaban de su punto de vista. Hasta el fin, Sócrates conservó su serenidad y no dejó que la emoción influyera en su razonamiento. Aunque sabía que iba a morir al cabo de algunas horas, continuó discutiendo desapasionadamente y con toda lucidez sobre la posibilidad de una vida futura.Al aproximarse a la hora fatal, los discípulos se congregaron alrededor del amado maestro y prepararon sus corazones para el horror de verle beber la copa del veneno. Sócrates había mandado por ella antes de que el sol se pusiera tras las montañas occidentales. Cuando el sirviente trajo la copa, Sócrates le dijo, en un tono tranquilo y práctico:
- Tú que estás al tanto de todos los detalles de este asunto, dime lo que tengo que hacer.
- Bebe la cicuta; a continuación te levantas y das unas vueltas por la habitación hasta que sientas que las piernas se te entumecen. Entonces te acuestas y el sopor te invadirá hasta llegar al corazón.
Sócrates, deliberada y fríamente, procedió como se le había dicho; tan sólo se detenía en sus paseos para reprocharles los sollozos y lloriqueos a sus amigos, a los que reprendía diciendo que no había razón para sus lamentos, pues siempre habría obrado de forma correcta y razonable.
Su último pensamiento fue para una pequeña deuda que había olvidado. Se quitó el paño con que había cubierto su cabeza y dijo:
-Critón, le debo un gallo a Esculapio. Cuídate de que se pague la deuda.
Luego cerró los ojos, volvió a cubrirse con el paño, y cuando Critón le preguntó si tenía otra cosa que mandarle, ya no obtuvo respuesta.
“Este fue el fin -dice Platón, que ha descrito aquella escena con palabras inmortales -de nuestro amigo, el hombre más bueno, más justo y más sabio de todos cuantos hemos conocido.”
ANÉCDOTA
Solo una pequeña leyenda brota sobre la ignorada tumba de Sócrates. Se cuenta que un muchacho espartano llegó a Atenas lleno de devoción hacia Sócrates. Cuando se hallaba ya a las puertas de la ciudad, supo que Sócrates había muerto; preguntó entonces por su tumba, y cuando se la señalaron, después de hablar con la estela y lamentarse, esperó la noche y durmió sobre ella. Antes de que amaneciera del todo, besó el polvo de la tumba y se volvió a su patria. Pálida leyenda, pero bastante religiosa si se piensa que tuvo fuerzas para surgir sobre el sepulcro de quien con arcaico pesimismo y pleno uso de razón dijo después de ser condenado a muerte: «Vosotros salís de aquí a vivir; yo, a morir; Dios sabe cuál de las dos cosas es mejor.»
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