domingo, 4 de diciembre de 2011

ASPAEN GIMNASIO HORIZONTES FILOSOFIA DECIMO LECCION 10: DICIEMBRE 5 DE 2011: SÓCRATES.





Platón nos ha descrito en su diálogo Fedón la última noche de Sócrates en la tierra. El maestro pasó aquella noche, como había pasado tantas otras, discutiendo sobre filosofía con sus jóvenes amigos. El tema que se discutió versaba sobre ¿existe otra vida después de la muerte? Sócrates inclinábase por una respuesta afirmativa pero siempre dispuesto a considerar cualquier opinión contraria, escuchaba con mucha atención las objeciones de algunos de sus discípulos que discrepaban de su punto de vista. Hasta el fin, Sócrates conservó su serenidad y no dejó que la emoción influyera en su razonamiento. Aunque sabía que iba a morir al cabo de algunas horas, continuó discutiendo desapasionadamente y con toda lucidez sobre la posibilidad de una vida futura.Al aproximarse a la hora fatal, los discípulos se congregaron alrededor del amado maestro y prepararon sus corazones para el horror de verle beber la copa del veneno. Sócrates había mandado por ella antes de que el sol se pusiera tras las montañas occidentales. Cuando el sirviente trajo la copa, Sócrates le dijo, en un tono tranquilo y práctico:

- Tú que estás al tanto de todos los detalles de este asunto, dime lo que tengo que hacer.

- Bebe la cicuta; a continuación te levantas y das unas vueltas por la habitación hasta que sientas que las piernas se te entumecen. Entonces te acuestas y el sopor te invadirá hasta llegar al corazón.

Sócrates, deliberada y fríamente, procedió como se le había dicho; tan sólo se detenía en sus paseos para reprocharles los sollozos y lloriqueos a sus amigos, a los que reprendía diciendo que no había razón para sus lamentos, pues siempre habría obrado de forma correcta y razonable.

Su último pensamiento fue para una pequeña deuda que había olvidado. Se quitó el paño con que había cubierto su cabeza y dijo:

-Critón, le debo un gallo a Esculapio. Cuídate de que se pague la deuda.

Luego cerró los ojos, volvió a cubrirse con el paño, y cuando Critón le preguntó si tenía otra cosa que mandarle, ya no obtuvo respuesta.

“Este fue el fin -dice Platón, que ha descrito aquella escena con palabras inmortales -de nuestro amigo, el hombre más bueno, más justo y más sabio de todos cuantos hemos conocido.”

ANÉCDOTA

Solo una pequeña leyenda brota sobre la ignorada tumba de Sócrates. Se cuenta que un muchacho espartano llegó a Atenas lleno de devoción hacia Sócrates. Cuando se hallaba ya a las puertas de la ciudad, supo que Sócrates había muerto; preguntó entonces por su tumba, y cuando se la señalaron, después de hablar con la estela y lamentarse, esperó la noche y durmió sobre ella. Antes de que amaneciera del todo, besó el polvo de la tumba y se volvió a su patria. Pálida leyenda, pero bastante religiosa si se piensa que tuvo fuerzas para surgir sobre el sepulcro de quien con arcaico pesimismo y pleno uso de razón dijo después de ser condenado a muerte: «Vosotros salís de aquí a vivir; yo, a morir; Dios sabe cuál de las dos cosas es mejor.»


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ASPAEN GIMNASIO HORIZONTES FILOSOFIA UNDECIMO LECCION 10: DICIEMBRE 5 DE 2011: RENÉ DESCARTES.





“El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él. Por mi parte, nunca he presumido de poseer un ingenio más perfecto que los ingenios comunes; hasta he deseado muchas veces tener el pensamiento tan rápido, o la imaginación tan clara y distinta, o la memoria tan amplia y presente como algunos otros. Y no sé de otras cualidades sino ésas, que contribuyan a la perfección del ingenio; pues en lo que toca a la razón o al sentido, siendo, como es, la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales, quiero creer que está entera en cada uno de nosotros y seguir en esto la común opinión de los filósofos, que dicen que el más o el menos es sólo de los accidentes, mas no de las formas o naturalezas de los individuos de una misma especie. Pero, sin temor, puedo decir, que creo que fue una gran ventura para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas, con las que he formado un método, en el cual paréceme que tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos he recogido ya de ese método, que, aun cuando, en el juicio que sobre mí mismo hago, procuro siempre inclinarme del lado de la desconfianza mejor que del de la presunción, y aunque, al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres, no hallo casi ninguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo no deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que pienso haber realizado ya en la investigación de la verdad, y concibo tales esperanzas para el porvenir, que si entre las ocupaciones que embargan a los hombres, puramente hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer que es la que yo he elegido por mía. Puede ser, no obstante, que me engañe; y acaso lo que me parece oro puro y diamante fino, no sea sino un poco de cobre y de vidrio. Sé cuán expuestos estamos a equivocar nos, cuando de nosotros mismos se trata, y cuán sospechosos deben sernos también los juicios de los amigos, que se pronuncian en nuestro favor. Pero me gustaría dar a conocer, en el presente discurso, el camino que he seguido y representar en él mi vida, como en un cuadro, para que cada cual pueda formar su juicio, y así, tomando luego conocimiento, por el rumor público, de las opiniones emitidas, sea este un nuevo medio de instruirme, que añadiré a los que acostumbro emplear. Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he procurado conducir la mía. Los que se meten a dar preceptos deben de estimarse más hábiles que aquellos a quienes los dan, y son muy censurables, si faltan en la cosa más mínima. Pero como yo no propongo este escrito, sino a modo de historia o, si preferís, de fábula, en la que, entre ejemplos que podrán imitarse, irán acaso otros también que con razón no serán seguidos, espero que tendrá utilidad para algunos, sin ser nocivo para nadie, y que todo el mundo agradecerá mi franqueza”.

Discurso del Método. René Descartes. Traducción y prólogo de Manuel García Morente. Bibliotecas Virtuales.


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